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Fedro

El célebre y bellísimo mito que apela a la imagen de un atelaje alado de dos caballos, guiados por un auriga, y su ascenso hacia la bóveda celeste donde moran las Ideas, describe la naturaleza y destino de las almas, tanto cuando están incorporadas como cuando, libres del cuerpo, viajan por la región supraceleste en compañía de los dioses. Con la pintura del amor, motor de la filosofía, y de la belleza, pasión del alma, se entrelazan la crítica a la retórica y a la escritura. El Fedro muestra de modo ejemplar cómo Platón se vale magistralmente tanto del recurso persuasivo del mito como del rigor del argumento formal, tanto del juego como de la seriedad. Aunque, contrastadas esas cosas, no sólo se complementan sino que se refuerzan mutuamente, cumpliendo cada una su función en la construcción de ese organismo que es el diálogo.