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La señorita Julia. El padre

El autor reflexiona acerca del arte teatral de la siguiente manera: “¿No es posible una emancipación del arte, un renacimiento, una liberación de las terribles reglas que están empezando a hacer desgraciada a la gente, las cuales quieren convertir el teatro en un foro político, una escuela dominical o una iglesia? ¡Quizá! Podemos tener un teatro donde uno pueda estremecerse ante lo más horrible y reír ante lo ridículo: donde uno pueda verlo todo y no ofenderse si ve lo que está escondido tras los velos teológicos y estéticos; donde se rompan las leyes de los convencionalismos. ¡Podemos tener un teatro donde uno tenga libertad para todo, excepto libertad para carecer de talento, ser hipócrita o ser tonto! ¡Y si no tuviéramos tal teatro, probablemente procuraríamos hacerlo nacer de cualquier forma!”.